NUNCA ME GUSTO LEER - I Ver más grande

NUNCA ME GUSTO LEER - I

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Ir buscando el significado encadenado de cada palabra siempre me pareció, en el fondo una pérdida de tiempo. Es mucho más fácil comunicar las ideas mediante cualquier otro medio. Es más sugerente, más llamativo, menos tedioso y más lúdico...

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(Dedicado a mis hijos)

Ir buscando el significado encadenado de cada palabra siempre me pareció, en el fondo una pérdida de tiempo. Es mucho más fácil comunicar las ideas mediante cualquier otro medio. Es más sugerente, más llamativo, menos tedioso y más lúdico. Mientras se lee no se puede uno apenas mover, ni siquiera es factible realizar cualquier destreza humana. Estas obligado a permanecer estático, encadenado a tu responsabilidad de adulto, interpretando cada palabra, cada frase en su conjunto para obtener la única recompensa de la comprensión. Esta, solo es satisfactoria, cuando se trata de un concepto concreto, de un conocimiento que mediante la palabra escrita, ya podemos asimilar y utilizar como nuestro. La palabra es tediosa, es una maniobra disuasoria de los sentidos y solo sirve para ganar tiempo, ese tiempo que necesitamos para justificarlos antes nosotros mismos y ante los demás. Es por tanto, la palabra una cortina de humo que trata de explicar lo inexplicable, lo que no necesita explicación.
Por eso desde niño me aburrió la lectura, mi formación no podía depender de ella y fue entonces cuando se me genero la paradoja fundamental de mi vida. Si no podía aprender leyendo y la forma más veraz y prácticamente única de adquirir conocimiento era mediante la lectura que futuro me esperaba en la vida, es más, mi incapacidad para leer era la prueba irrefutable de mi estupidez como ser humano. Estaba claro que era inferior a los demás, era un idiota.
Y con esto pretendo decir que aprender a hablar y a pronunciar correctamente no es suficiente, uno debe tener el soporte de la lectura. Solo a través de ella se te permitirá escribir. Es obvio que el que no puede leer no pueda ni deba intentar escribir.

Esta fue mi ceguera parcial.
Perder la visión de un ojo te impide la sensación estereoscópica del entorno que nos rodea, lo cual debe ser muy triste cuando de repente a los diez años la pierdes por una infección en la córnea. Sin embargo es mucho más triste no poder ocultarlo y que desde niño todos te miren a tu ojo malsano y desde entonces la característica definitoria de tu persona sea ese ojo cruelmente cicatrizado.
La mirada es fundamental en nuestra comunicación bis a bis, la mirada te permita anticipar la emociones y los sentimientos de nuestro interlocutor, te permite saber la convicción y la veracidad de su discurso, la intención del mismo. La mirada es un sublime delator y un incondicional aliado.
Hacer el payaso era lo único que realmente sabía hacer cuando estaba alegre. Hacer el payaso satisfacía notablemente a mis padres y familiares cercanos. Pero no eran ellos los únicos capaces de apreciar mis dotes interpretativas. Mis profesores y su director también. A los diez años aquellos inquisidores religiosos me colgaron ya el capirucho de ser el mejor recitador de poesía en todo el colegio, bueno el mejor no, lo compartí a partes iguales con un compañero de la otra clase. Pero lo suyo no tuvo mérito alguno pues ya entonces era todo un empollón. Aquel era el mismo director que apenas tres años antes me había condecorado con el apodo de “farolillo rojo”.
Pertenecía a una clase social privilegiada dentro de una provincia desarraigada, allí crecí jugando en la calle intentando leer entre las sinuosas líneas de la doble moral que me enseñaban, sus auténticos significados.
Siempre he cometido muchas faltas de ortografía, creo que eso es lo que se esperaba de mí, lo que se espera de una persona que solo ha leído prácticamente a la fuerza o llevado por una emoción tan fuerte que le obliga a leer a pesar del tedio y el esfuerzo.
Siempre me gusto la ciencia, había en ella esperanza. La esperanza de encontrar la razón, la verídica razón y el motivo y el origen de los resultados de las cosas. Poder predecir un resultado, predecirlo, repetirlo y ampliarlo era una tarea propia de dioses, de ese dios vencido que era el hombre.
La música era contradictoria. No estaba dispuesto a admitir que conmoviese, que expresara una emoción o un sentimiento. No le encontraba ninguna base científica que mantuviera esa hipótesis. La música era un don del que ninguno de mi familia estábamos dotados. Esto era una de esas verdades tácitas que parecían haber sido impuestas en el ámbito familiar.
La pintura. ¡Ay la pintura…! La pintura era una habilidad. Un don con los que las personas nacían o no. La pintura como la música, eran artes para descerebrados. Personajes que tenían cualidades sin fines prácticos y en las que no se necesitaba tener lo realmente importante y característico del ser humano: la inteligencia.
De la danza no merece la pena escribir sobre ella, era un don menor, ni siquiera comparable a una cualidad atlética.
La escultura, escasa, muy escasa habilidad.
La literatura era la única de las artes que realmente se salvaba. Creo que en el fondo era porque tenía un medio común de trasmisión junto con el conocimiento y eran los libros. Los libros era el único icono divino necesariamente respetado y no profanable. El libro era el único trasmisor del conocimiento. El libro era inviolable.

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