MI PRIMER AMOR, CARMEN – XIII Ver más grande

MI PRIMER AMOR, CARMEN – XIII

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Uno de los hechos más relevante de mi adolescencia, fue mi relación con Carmen, mi primer amor. Siempre la he recordado con mucha ternura y con dolor. Hubo conversaciones, algún que otro baile y una vez le estreche las manos. No hubieron besos, ni caricias, ni piel, no hubo sexo...

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Uno de los hechos más relevante de mi adolescencia, fue mi relación con Carmen, mi primer amor. Siempre la he recordado con mucha ternura y con dolor. Hubo conversaciones, algún que otro baile y una vez le estreche las manos. No hubieron besos, ni caricias, ni piel, no hubo sexo pero eso si hubieron miradas y deseo, mucho deseo de amor por lo menos por mi parte. Tanto fue así, que al cabo de muchos, muchos años sin haber vuelto a vernos, nos reencontramos y nos miramos con idéntica ternura. Y ella me dio un beso en los labios y nos besamos en la boca. Me dijo que teníamos esa deuda pendiente
Carmen llego la última a la pandilla, era íntima amiga de Conchi una chica encantadora. Una noche paseando Conchi y yo, me dijo: Si a mí me gusta un chico pues se lo digo y no pasa nada. No sé porque intuí que aquello no era una temprana reivindicación feminista sino una declaración de amor. Yo le di la razón, pero no entre en profundidades. Lo recuerdo con ternura. A mí me gustaba Carmen, pero creo que la lealtad de esta amistad jugo en mi contra.
Todo ser humano necesita sentir la piel de sus primeros amores. Todo ser humano necesita reconocerse en otros para sentirse completo y autentico, para crecer para llegar a su plenitud. En esa etapa de mi vida siento que tenía prohibido el sexo pero no el amor y no me vi en la tesitura de que se superpusiesen los dos generándome una paradoja. Lo lamento, lo lamento mucho, sé que hubiese sido un hito en mi crecimiento personal pero no fue así y me quedo un profundo desconsuelo y una grandísima pena.
Recuerdo una tarde especial, hicimos un baile en casa de Alfredo y la tarde fue cayendo y con ella la luz se fue lentamente apagando hasta crearse un clima cálido e íntimo. No sé porque ni como las canciones del tocadiscos se fueron haciendo cada vez más lentas y fuimos bailando cada vez más abrazados. La verdad es que cambiábamos de pareja y todas tenían algo especial esa noche para todos porque todos nosotros nos fuimos acercando más y más y haciendo profundamente intimo el encuentro. Allí las caricias flotaban y nuestros cuerpos se encontraban con dulzura y delicada pasión. Se retiraron las palabras y por primera vez creo que nos sentimos nosotros y ellas, especialmente mayores, libres y auténticos.
De pronto se abrió la puerta de la casa y entro la madre de Alfredrito, no podía haber visto nada porque nada realmente escandaloso estaba pasando, encendió la luz y eso sí, con el tacto y la dulzura que la caracterizaban lo reprendió. Encendida la luz el baile, los abrazos y las caricias habían terminado.
Sin embargo al día siguiente, la sombra cruel del pecado me rodeo con sus lascivas y poderosas manos. Había disfrutado del baile, del momento ingenuo y concupiscente. Habíamos estado al borde del pecado, a donde llegaríamos la próxima vez. No había quedado sentimiento de culpa ni en nosotros ni lo que era aún peor, en ellas. No teníamos más remedio que romper con ellas sino queríamos irremediablemente pecar. Me costó muchas arengas puritanas, sufrir varias chanzas y descalificaciones personales pero al final lo conseguí, los cuatro estábamos de acuerdo pero eso sí, debía ser yo el que se lo dijese a las chicas. Así que al día siguiente mientras yo me acercaba a ellas y les decía que después de lo que había pasado habíamos decidido romper la relación con ellas. Mis amigos, por detrás les decían mediante señas que no me hicieran caso, que estaba loco que ellos no rompían. Y así como diría Cervantes acabo la aventura de nuestro caballero andante. Quiso la vida que la amistad floreciese por encima de todo y pasados unos días, Alfredo arrepentido me lo confesara. Yo me sentí traicionado pero valore su sinceridad y su valor al decírmelo y lo perdone de corazón. Nunca he tenido un amigo mejor que Alfredo y aun pasado los años, nos vemos de vez en cuando con el mismo cariño que entonces.
Como en todas las guerras siempre se llevan el botín los mismos. La ruptura entre nosotros y ellas, se hizo esta vez efectiva. Dejamos de salir juntos así como con Andrés o así lo creímos Alfredo y yo. Un par de años después descubrimos que Pepe y Pedro siguieron viéndose en secreto con ellas, es más no tuvieron rivalidad alguna. Nosotros éramos mucho más brillantes que ellos. El tiempo volvió a unirnos a todos. Alfredo y Marilin salieron juntos y Pepe que había aprovechado para intentar seducirla sin rivalidad alguna perdió su desleal batalla.

Por aquel entonces la fotografía me atrajo por su proceso mágico, eso de poder transformar una imagen visual a una imagen impresa me parecía fascinante. Mi padre me regalo la cámara de fotos que su padre le había regalado al cumplir los 10 años. Era un Kodak de fuelle de 6x9. Empecé a comprarme revistas de fotografía y al poco tiempo decidí construirme una ampliadora. Así que me puse manos a la obra y con un barril de detergente de los que se utilizaban entonces, forrado interiormente de papel de plata. Una lente condensadora que compre en una tienda de fotografía, un fuelle de cartulina que me construí y la parte delantera de la cámara fotográfica de mi padre, me construí mi primera ampliadora. Allí en la cocina vieja de la casa donde pase mi niñez me monte el laboratorio y obtuve mis primeros hallazgos fotográficos. Sé que no tiene relevancia alguna. Siempre me he considerado un amante de la fotografía y mis pretensiones artístico plásticas a través de ella han sido modestas y limitadas. Sin embargo quiero destacar que pese a no haber tenido ningún hueco la fotografía en la enseñanza académica de entonces ni en la de ahora, considero que para mí mismo, aquellos descubrimientos fotográficos me supusieron un gran hallazgo y continuo sintiéndome orgulloso de ellos, creo que fueron un pilar para mi autoestima y me hicieron sensible a las artes plásticas.
Hubo poesía en el hecho de utilizar una cámara fotográfica casi pionera, reciclar materiales y utilizar otros de uso común para la construcción de aquella ampliadora, revelar y fijar las fotografías que yo mismo tomaba con aquella cámara antigua, tenía dieseis años pensaba que ya era un hombre, incluso fumaba, pero era un niño que se construía un juguete mágico en su propio mundo.

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Uno de los hechos más relevante de mi adolescencia, fue mi relación con Carmen, mi primer amor. Siempre la he recordado con mucha ternura y con dolor. Hubo conversaciones, algún que otro baile y una vez le estreche las manos. No hubieron besos, ni caricias, ni piel, no hubo sexo...

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