EL PASO A LA UNIVERSIDAD – XVI Ver más grande

EL PASO A LA UNIVERSIDAD – XVI

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Fué a esa edad cuando conocí a Lolita. Era delgada, alta, morena, tierna, con la vocecita muy suave. Unos años después la vi en Madrid y la ame, nos escribimos un tiempo, no creo que nunca llegue a olvidarla...

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Fué a esa edad cuando conocí a Lolita. Era delgada, alta, morena, tierna, con la vocecita muy suave. Unos años después la vi en Madrid y la ame, nos escribimos un tiempo, no creo que nunca llegue a olvidarla.
Había sido en mi etapa de colegio cuando empecé a sentir la poesía y el teatro en mis venas, la verdad es que era algo inexplicable no había precedentes familiares que yo conociese. De todas las materias que pretendían embucharnos fueron los poemas de ejemplo, los que más llamaron mi atención. Era el verso, la cadencia, era la forma de trasmitirlo, de recitarlo. Comenzaba el teatro a hacer mella en mí. Aunque en las ciencias me sintiese más cómodo, porque el razonamiento me satisfacía y evitaba tener que aprenderme tediosos textos de memoria porque a mí no sé si lo he comentado antes, nunca me gusto leer.

Mi abuelo me había regalado poco antes de morir un maravilloso microscopio. Era ya todo un hombre, acaba de dejar el colegio religioso y entraba en la universidad para estudiar una carrera de ciencias y a través de él, pude ver imágenes fascinantes: las simétricas casillas celulares de la piel de cebolla teñida con azul de metileno, la figura espacial del polen, la anular estética de los glóbulos rojos, que a diferencia de la de uno de aquellos gorriones que sacrificamos Pedro y yo, no eran ovales. Yo mismo me sorprendo al pensar en ello con la mayor naturalidad. Nunca he comprendido el maltrato animal, siempre lo he asociado a una respuesta psicológica que albergaba un maltrato humano una incapacidad de rebelión. No puedo ni debo olvidar que desde niño me enseñaron que había que dar muerte a ciertos animales en aras de la defensa o de la supervivencia. A las arañas había que matarlas, era un animal peligros y molesto. A las moscas se les podía matar sin necesidad de razón alguna y a los mosquitos con toda la razón. Las hormigas eran molestas, las ranas y los lagartos sorprendentes y curiosos, los pajaritos eran audaces pero podían comerse fritos, no olvidaré las garrapatas de mi perro Chester que se merecían una muerte cruel y despiadada. Cazar, pescar eran actividades propias de nuestra naturaleza humana aunque algunos incultos quisieran considerarlas deportes. La caza, la vida y la muerte animal, aparecían en los tebeos, en los libros de “Tintin”, en las películas, en la televisión y en la prensa de forma cotidiana. Nunca había nadie que pensase lo contrario, salvo San Antonio pero porque era muy bueno, muy bueno y estaba “un poco pa yá”.
Un día me di cuenta que podría descubrir algo portentoso. Al despertarme después de una micción nocturna, (por aquel entonces seguía sin masturbarme siguiendo los mandatos de la santa iglesia católica), recogí parte del semen que todavía impregnaba mi prepucio y lo coloque un cristal porta objetos, lo protegí con otro fino cristal cubreobjetos. Entonces, ¡oh! maravillosa visión de mi naturaleza ¡vi a mis propios espermatozoides vivos, moviéndose ansiosamente de un lado a otro! ¡Estaban vivos!. No sabía lo que era besar los labios de una mujer, no sabía de sus caricias, ni de su cuerpo, no había olido el perfume de las hormonas de su pubis, nadie me había deseado ardientemente, ni había podido gozar siquiera del desnudo de alguna hembra en foto… Pero ¡Era fértil!, acaba de presenciar con mis propios ojos la esencia más íntima de mi condición de varón.
Estaba muy orgulloso de mi mismo y de mis primeros descubrimientos científicos, la universidad estaba siendo un nuevo reto para mí.
Me apunte en el TEU (Teatro universitario) y actué en un montaje de un tal Lauro Olmo, nunca había oído hablar de él. Allí hice amistad con Jaime que hacía de protagonista.
Fue en la universidad donde me emborrache por primera vez, fue una sensación muy extraña, el coñac me traiciono y aunque nunca perdí el control de mis actos, me mee encima justo antes de llegar al wáter de mi casa. A mis padres les sentó muy mal.
A la universidad por entonces “C.E.U.” iban varios compañeros de colegio, mis entrañables amigos, Tomas, Juan Carlos… todos suspendimos el selectivo común de ciencias. No sé si fue por esto o porque de alguna manera quería vivir nuevas experiencias o tal vez escapar, lo cierto es que al amparo de tan desastroso resultado le comunique a mi padre que quería estudiar farmacia en Granada, ya que para que te aceptaran dicho traslado tenias que estudiar una carrera que no existiese en tu región, además farmacia era parecida a químicas. Las posibilidades de que aceptaran sabía que eran grandes, .mi padre ya me había escrito:

Si poesías compones
y los versos son muy bellos
puedes Vicente con ellos
alguna cosas que hacer
pero no podrás comer.
Si al estudio te dedicas
con ahínco y te aplicas
seguro que comerás
hasta hartarte ¡ya verás!.

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