MI PRIMER BESO – XVII Ver más grande

MI PRIMER BESO – XVII

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Mi padre me había sugerido por aquel entonces que Farmacia era una carrera ideal para mí. Podría poner un mancebo en la farmacia y entonces yo dedicarme a escribir o hacer teatro o a lo que quisiera...

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Mi padre me había sugerido por aquel entonces que Farmacia era una carrera ideal para mí. Podría poner un mancebo en la farmacia y entonces yo dedicarme a escribir o hacer teatro o a lo que quisiera.
Mi amigo Tomas quería estudiar derecho, su padre que era farmacéutico le dijo. Estoy cansado y harto ya de llevar la farmacia, si estudias farmacia en el momento que acabes me jubilo y te doy a ti la farmacia y ya entonces te puedes dedicar a lo que quieras. Acabaría su carrera años más tarde, pero nunca regento la farmacia de su padre. La regento directamente su hijo menor, aunque el justificara que es suya y se enfadara conmigo por faltar a la verdad, pero es un verdadero amigo, no pasará nada, nos queremos mucho y es más entrañable como yo lo cuento.
Los dos partimos el curso siguiente para Granada. Nos fuimos a una residencia universitaria religiosa, allí me encontré a Jaime, que también iba a estudiar farmacia en vez de seguir con el teatro que iniciamos juntos en el C.E.U. y a Ion que llegaría a ser muy buen amigo.
Granada era para mí la evolución lógica de mi colegio y de mi casa. Era una ciudad agradable, acogedora, los estudiante éramos los amos, la residencia nos daba el mismo cobijo que nos podía dar nuestra casa y tal vez unos miligramos más de libertad. Forre una pared de mi cuarto con cartulinas rojas y en ella fui escribiendo día a día todas las frases lapidarias que se me ocurrían, al hacerlo me sentía maduro y me reafirmaba a través de ellas. Muchos años después vi que en los muros de Facebook está de moda colgar frases de este tipo, la diferencia es que de aquellas era yo el autor, fruto de mis vivencias y sensaciones. Continué escribiendo poesías, incluso fui dando un paso evolutivo en ellas, me fui desprendiendo de la rima férrea y poco a poco me acerque al verso libre. He de reconocer que por aquel entonces leí a Antonio Machado a Lorca y a Miguel Hernández, León Felipe, etc… de todas formas diré a mi favor que la poesía es mucho más fácil de leer que la prosa, claro está, me refiero a la poesía que a me gustaba porque a mí nunca me gusto leer.
En uno de los viajes de vuelta a Granada que por cierto era nocturno coincidí junto a una chica de más o menos mi edad que me dijo, se llamaba Beliana. Durante el trayecto empezamos a hablar de lo divino y de lo humano. Ella estudiaba cerámica y poco a poco la situación se hizo más y más entrañable. Nos abrazamos y lentamente buscamos nuestras bocas o ella busco la mía y yo me deje rápidamente encontrar, recuerdo que ninguna idea religiosa apareció por mi cabeza, la verdad es que apenas podía pensar y nos besamos en la boca no pude contener cierta tristeza al confesarle que había sido mi primera vez, el primer beso en la boca que daba había sido en un autobús interurbano con un desconocida. Sin embargo la pulsión sexual nos invadía y seguimos acariciando, abrazándonos, besándonos. Llego el momento en el que le acaricie el pecho, era mi primera vez y nunca me había regocijado en este deseo con el pensamiento pero allí estaba yo, acariciando suavemente aquel seno, joven, terso y voluminoso y caricia por caricia ella acaricio mi pene por encima del pantalón y la respiración y el pulso se dispararon. La excitación seguía y seguía y llego el momento de acariciar su vulva y así lo hice, no recuerdo ningún sensación de extrañeza al hacerlo, no me albergaron las dudas ni la sorpresa. La excitación era tal que todo lo que hacíamos era lógico y estaba escrito en un libro que conocía aunque nunca había leído. Le acaricie el pubis con pasión y con deseo e introduje mis dedos en su vagina, yo sentía que ella reaccionaba positivamente a mis caricias y se volvía más y más húmeda, mis dedos entraban y salían con tanta agilidad como ahora reconozco que torpeza. Ella a mí y yo a ella estuvimos sin parar acariciándonos febrilmente hasta el amanecer en que el autobús llego a Granada. No habíamos dado los teléfonos, nos despedimos, la gente que se sentó a nuestro lado del autobús no paraba de mirarnos. Ella continuaba en el mismo autobús hasta Málaga. Yo me fui a la residencia. La luz del amanecer entraba por mi ventana, estaba tumbado en la cama boca arriba y nunca olvidare el tremendo dolor que sentía en mis testículos. No podía mover un solo musculo de mi cuerpo sin que me afectara y así evitando cualquier movimiento me quede dormido.
Cuando desperté por la tarde un terrible sentimiento de culpabilidad me inundaba. Acaba de pecar, e inmediatamente hice un férreo acto de contrición. A continuación acudí rápidamente a confesarme. Después un poco más repuesto, escribí unas poemas duros y demoledores sobre mi persona y los actos lujuriosos que había cometido, tenían un final esperanzador, el del perdón, el de sentirme un pobre ser débil que había demostrado ser uno más entre los tristes seres capaces de entregarse a las debilidades de la carne. Me desprecie a mí mismo y me prometí no volver a pecar.
Y así se cerraba el círculo de mi primera experiencia sexual, con un grandísimo dolor testicular, un tremendo sentimiento de culpa y un férreo arrepentimiento. Recuerdo que le había preguntado a Beliana a punto de despedirnos si le había acariciado bien la vulva y me dijo que no había encontrado el lugar pero que no me preocupara.
La volví a ver un tiempo después. Paseando le expuse mis argumentos: el amor debía hacerse por amor y los suyos que el contacto físico es muy bueno para el ser humano. Me decía que cuando se levanta por la mañana después de haber hecho el acto sexual se encontraba esplendida, pletórica, feliz. A mí me escandalizaba. Trate de convencerla de que no estaba bien lo que habíamos hecho. No volvimos a vernos.

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