AQUELLOS ESCRUPULOS – XX Ver más grande

AQUELLOS ESCRUPULOS – XX

Nuevo

Medicado volví a Granada, El cariño y la tolerancia de Tomás, de Ion, de Juan Carlos fueron muy reconfortantes. Mis amigos fueron buenos y cariñosos conmigo, se portaron muy bien, vivimos experiencias ingenuas y entrañables, las chicas solían ser pijas, puras, castas y amables...

Más detalles

Más

Medicado volví a Granada, El cariño y la tolerancia de Tomás, de Ion, de Juan Carlos fueron muy reconfortantes. Mis amigos fueron buenos y cariñosos conmigo, se portaron muy bien, vivimos experiencias ingenuas y entrañables, las chicas solían ser pijas, puras, castas y amables. Eran el proyecto perfecto de mujeres deseadas por nuestras madres para nosotros. Y así termine por aprobar el curso. Entre poesías nocturnas, frases agudas y tajantes y como no, antidepresivos.

Cuando volvía a Alicante, mi padre continuaba dándome masajes, mi pene ya descapullaba normalmente y no lo hacía porque yo me masturbara, seguía sin hacerlo, pero poco a poco había ido cediendo a mis esfuerzos higiénicos. Y así entre masajes y extraños juegos afectivo-sexuales, mi padre comprobaba mi virilidad y de alguna forma, pensaba que me expresaba su cariño. Sé que él, era muy reservado en sus manifestaciones sexuales hacia mi madre, por aquel entonces la habían operado de unos problemas de piel en sus partes genitales. Muchos años después me conto que le extirparon el clítoris, apenas contaba 46 años. Es extraño, sino curioso, que recuerde todo aquello sin violencia, de hecho no hubo la más mínima violencia física, no lo hubiera permitido en absoluto, y hubiese llegado al extremo, sin dudarlo un instante, de morir si hubiera considerado necesario liberarme. Sentia que era una forma muy particular que tenía mi padre de expresar su cariño y su preocupación por mí. De hecho a mi madre, no pareció nunca pasársele por la cabeza nada, cuando mi padre cerraba la puerta del cuarto para darme los masajes. Yo quería pensar que mi padre veía a través de mi cuerpo el suyo cuando era joven y eso le despertaba cierta nostalgia.
Pero no me terminaba ni mucho menos de cuadrar en mis esquemas puritanos, aquellas salidas de tono tan sexualmente libertarias. Así que de nuevo fue motivo de consulta de confesión, esta vez con un cura del convento de la orden religiosa de la residencia universitaria de Granada. Aquel hombre, simplemente paso de largo del problema sin darle importancia alguna. Cierto es, que yo nunca decía claramente que mi padre me tocaba el pene, sino algo así como que los masajes eran íntimos y que no tenía clara la moralidad del hecho. Por aquel entonces, socialmente no existía ningún tipo de contacto físico entre padre e hijo, exceptuando algún beso en la mejilla en alguna celebración. Curiosamente en aquella etapa no me cuestionaba para nada cual era la responsabilidad de mi madre en aquel conflicto, ni la relación que ella pudiera tener con mi padre. Para mí era un figura ajena al mismo. Incluso si profundizo, su puritanismo sexual le servía de justificación a mi padre para hacer de los masajes, un acto íntimo entre él y yo. Ella era una persona afectuosa y cariñosa con mi padre, mucho más que mi padre con ella, que era, como con todos, un tanto arisco. Había comentado en alguna ocasión que el cura que la confeso antes de casarse, le dijo, que el acto sexual podía realizarse sin ningún temor incluso en el propio altar de la iglesia, ya que era una acto bendecido por dios. No me pareció nunca que tuviera ningún tipo de reparo sexual siempre que este fuera dentro del matrimonio.
Aunque esto era un problema, no sentía para nada que fuera un problema para mi padre, ni para mi madre, ni porque no decirlo para nadie. Era un problema exclusivamente mío, de mi conciencia escrupulosa que me llevaba a dudar de todo. “Escrúpulos” era una palabra que por aquel entonces rondaba mucho por mi cabeza. Creo que no encontraba mi lugar en ese mundo. Me sentía querido por mis amigos, era para mí fácil relacionarme con el entorno, sabía lo que tenía que hacer para ser aceptado y cuando lo necesitaba lo hacía. No me sentía tampoco marginado por las mujeres. Tenía mis devaneos, mis ilusiones, mis poemas de amor sin serlo y mi febril deseo por encontrarlo. Tenía hasta una amiga, fue un sentimiento extraño y muy, muy gratificante que todavía recuerdo con especial cariño. Se llamaba Mari Carmen y tenía novio, me invito a su boda y fui el fotógrafo que le hizo el reportaje “sin flash” dentro de la iglesia, porque el cura lo había prohibido. Nuestra relación fue muy limpia, nunca medio nada sexual, era guapa, muy amable y cariñosa, éramos compañeros de clase y me brindo una amistad muy entrañable.

Recuerdo que el cuarto de la residencia, los pasillos y los aseos nos los limpiaban unas limpiadoras. Mujeres normalmente mayores que trabajaban por las mañanas, sin embargo había una que apenas tendría tres o cuatro años más que nosotros. Y a tan temprana edad, tres o cuatro hijos. Era muy delgada, morena, bajita, de pelo corto y una sexualidad a flor de piel, o a mi me lo parecia. Con nosotros era cariñosa, coqueta, afable y se dejaba abrazar. Yo creo que nunca he vuelto a tener tanto, ni tan febril deseo sexual como entonces. No me despertaba una sexualidad brutal, lo más atrayente y provocador es que era una sexualidad consentida y deseada abiertamente por ella. Aquella mujer, tenia unos síntomas de debilidad y una necesidad inmensa tanto de cariño, como de que la trataran bien, con deseo, con el respeto que los de mi entorno social de señoritos, debíamos saber dar a toda mujer. Aquella, al fin y al cabo chiquilla, yo sabía que tenía más verdad de mujer en su piel, que cualquiera de las compañeras de estudios con las que frecuentaba.
Un día la vi sentada en las escalinatas de la puerta de la residencia, estaba llorando. Le pregunte y mi dijo que la acababan de echar, que como iba a alimentar a sus hijos... Las razones eran obvias, no nos iban a tirar a nosotros, la culpable tenía que ser ella. Era triste.

Reseñas

No hay comentarios de clientes por ahora.

Escribe tu opinión

AQUELLOS ESCRUPULOS – XX

AQUELLOS ESCRUPULOS – XX

Medicado volví a Granada, El cariño y la tolerancia de Tomás, de Ion, de Juan Carlos fueron muy reconfortantes. Mis amigos fueron buenos y cariñosos conmigo, se portaron muy bien, vivimos experiencias ingenuas y entrañables, las chicas solían ser pijas, puras, castas y amables...

Escribe tu opinión