La vida lo ha puesto ahí, él no es más que el mensajero, el encargado de dar la noticia de decirle cara a cara al rey los avatares de la contienda. Él no es un héroe ni un traidor. Solo es un hombre después de una dura maratón acaba de llegar para contar lo que ha visto en la batalla en su batalla… Exhausto postrado ante el rey no piensa en recompensa alguna, no es ella la que le ha conducido aquí. Él tiembla el tiembla porque lo teme. No se sabe culpable porque no lo es. Y lo acepta. Acepta su destino con lealtad enfermiza, sin ápice de rebeldía. Ha cumplido con su misión pero tiene miedo. Es probable que pierda el corazón y la cabeza. Vicente Leal 23-10-2013
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