AQUELLA PRIMERA PANFLETADA – XXIII Ver más grande

AQUELLA PRIMERA PANFLETADA – XXIII

Nuevo

Todo estaba cambiando, la prensa hablaba de manifestaciones estudiantiles, de vez en cuando volaban los panfletos por las calles, las noticias por televisión, los obreros, los estudiantes… Un buen día por la noche, en un cuarto de la residencia debatíamos unos cuantos sobre las formas y maneras de expresarse públicamente...

Más detalles

Más

Todo estaba cambiando, la prensa hablaba de manifestaciones estudiantiles, de vez en cuando volaban los panfletos por las calles, las noticias por televisión, los obreros, los estudiantes… Un buen día por la noche, en un cuarto de la residencia debatíamos unos cuantos sobre las formas y maneras de expresarse públicamente de otro grupo de compañeros que procedían de un pueblo de Jaén. Nos burlábamos de ellos por su burda y soez forma de expresarse a gritos, sin mesura ni templanza y empezamos a escribirles un poema que concluimos entre incontenibles risas. Una vez con el poema en las manos el paso siguiente estaba claro, difundirlo y que mejor manera de hacer que al estilo de los tiempos. No recuerdo quien se encargó de pasarla a máquina ni de fotocopiarla, pero al día siguiente hicimos tantos panfletos como habitaciones tenía la residencia. Aquella noche nos distribuimos el reparto y de madrugada cada uno los deslizo por debajo de las puertas de las habitaciones que tenía adjudicadas, eso sí, siempre que tuvieran la luz apagada.
Acabábamos de realizar un acto prohibido y provocador, nosotros niños bien de residencia de pago jugábamos a ser revolucionarios. Con unos tristes panfletos inocuos
Lo realmente curioso fue la sonora y desorbitada repercusión que tuvo. Las protestas por parte de los que se sintieron aludidos no se hicieron esperar ya que en el poema no figuraba ningún nombre. Los religiosos de la orden tomaron inmediatamente cartas en el asunto. Nos llamaron esa misma mañana a dirección, averiguaron inmediatamente quienes éramos los implicados. Era curioso que yo hubiese sido de inmediato uno de los sospechosos, no nos metíamos ni con la institución, ni con ninguno de los religiosos, ni los trabajadores de la residencia, ni con la religión, no tenía ningún contenido político, solo nos burlábamos del comportamiento de unos compañeros, sin embargo aquello parecía que iba a tener serias repercusiones y las tuvo.
Me dijeron que iban a tomar series medidas con el autor del poema, yo más por iluso que por cobarde, mantuve que el poema había sido escrito entre todos los que habíamos participado y para corroborarlo mantuve que aunque yo era el autor solo del verso que decía:

tenía un canto ensordecedor
peculiar de los bribones
gritaba con mucho ardor
-¡Que polla haces, cojones!-
Y de una sencilla corrección estilística de otro de los versos. Y que lo que decía mi verso era la pura e indiscutible verdad porque lo decía muy frecuentemente a voz en grito delante de todo el mundo. Pese a eso me consideraba autor de la totalidad al igual que cada uno de los que estábamos implicados.
En ningún momento di el nombre de nadie, tal vez si pude descartar radicalmente a alguien que acusaran y que no hubiese intervenido. Lo cierto y real es que de una forma o de otra no fui consciente de que estaba dándoles información. Eran curas, sabían cómo actuar y sonsacar las cosas que les podían resultar de interés. Es cierto que supieron tratarme de un modo convincente, si me hubiese sentido presionado no hubieran obtenido nada de mí.
Quiso hablar conmigo un cura de la orden con el que me confesaba pero que no trabajaba en la residencia. Si, aquel que de alguna forma siento que se desentendió también del asunto de mi padre. Me dijo que en no sé qué parte de evangelio Jesucristo decía que había que avisar tres veces antes de declarar públicamente el mal hacer de los otros, o algo parecido. Ante las evidencias bíblicas me dijo que me debía retractar de lo dicho.
Reunidos en el comedor de la residencia siendo la hora de la cena y en presencia de todos los residentes, algunos religiosos y parte del personal laboral, nos levantamos los cinco implicados y uno de nosotros apodado “Falo” leyó nuestra disculpa retractándonos de lo que habíamos dicho.
Lejos de suponerme una humillación, sentí que era una persona valiente, capaz de hacer lo que tenía que hacer, tanto para decir lo que creí debía decir como para retractarme. Sé que alguno opino que nos habían obligado a retractarnos, yo no me sentí obligado. Mi ingenuidad no debía tener límites por que no vi maldad ni manipulación alguna por parte de los religiosos. Lo cierto es que el único que siguió en la residencia el siguiente curso fue Falo, su conservadurismo y religiosidad eran incuestionables. La orden religiosa tenía en un convento en el pueblo de donde procedían los “humillados” y al parecer un incuestionable peso específico. Lo digno de destacar que un poema de apenas cinco o seis cuartetos y de un tono cómico e intrascendente como muestra el ejemplo tuviese ese impacto entre jóvenes y adultos y que no pasara por ser una cómica anécdota. Sin embargo muchísimo más humillantes y reprobables eran las novatadas consentidas por la dirección y que se realizaban año tras año. Encabezadas grotescamente precisamente por la mayoría de los aludidos en el poema. No lograba comprender que cuanto más ingeniosa, sutil y acertada es una crítica menos la tolera y peor reacciona la sociedad que la sustenta.

Reseñas

No hay comentarios de clientes por ahora.

Escribe tu opinión

AQUELLA PRIMERA PANFLETADA – XXIII

AQUELLA PRIMERA PANFLETADA – XXIII

Todo estaba cambiando, la prensa hablaba de manifestaciones estudiantiles, de vez en cuando volaban los panfletos por las calles, las noticias por televisión, los obreros, los estudiantes… Un buen día por la noche, en un cuarto de la residencia debatíamos unos cuantos sobre las formas y maneras de expresarse públicamente...

Escribe tu opinión