MADRID, PUNTO Y APARTE – XXIV Ver más grande

MADRID, PUNTO Y APARTE – XXIV

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Al terminar el curso me empecé a plantear muy seriamente dejar la carrera de Farmacia. Yo quería ser poeta, escritor y actor, pero nunca farmacéutico. Aquel verano Pedro, Alfredo y yo, comenzamos a barajar la posibilidad de irnos a estudiar a Madrid...

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Al terminar el curso me empecé a plantear muy seriamente dejar la carrera de Farmacia. Yo quería ser poeta, escritor y actor, pero nunca farmacéutico. Aquel verano Pedro, Alfredo y yo, comenzamos a barajar la posibilidad de irnos a estudiar a Madrid. Teníamos una amiga común a la que apodábamos “La Pop” que estudiaba allí. Nos ofreció su casa para que pasáramos unos días con ella y viéramos el ambiente. Y aquel verano de mil novecientos setenta y cinco, Pedro y yo nos fuimos a Madrid.
La Pop vivía en un barrio obrero apartado cercano a Vallecas llamado Valdezarza, con su novio que era anarcosindicalista y militaba en la CNT, entonces clandestina. Ella nos presentó a sus amigos del barrio y juntos, acudimos a unos salones que tenía la parroquia de la zona. Se hablaba de anarquía, de comunismo, de la explotación del obrero, de la lucha de clases. Por lo visto había un sector de la iglesia que apoyaba el movimiento obrero y que incluso le daba cobijo. En aquel barrio, las chicas eran diferentes; no miraban, ni hablaban, ni se reían, ni por supuesto vestían como todas las que había conocido antes.
Llegar a Madrid fue salir de la burbuja en la que estaba. Madrid era el mundo. Lo vivido hasta entonces, mi casa. Tenía que salir, Madrid estaba vivo, totalmente vivo, se olía la vitalidad por las calles, la contaminación del aire tenía tanta presencia que se convertía para mí, en un perfume de autenticidad. Allí estaba la vida, lo que tendrían que ser las auténticas relaciones humanas soñadas. Aquel era el lugar indiscutible y momento. Por primera vez había encontrado mi sitio.
En aquellas reuniones clandestinas en los locales de la parroquia, hablábamos de temas trascendentes, como era la concepción. Hay que tener en cuenta que por entonces la píldora solo estaba permitida con receta médica. El concepto de la libertad sexual parecía venir unido al de democracia.
Mis conocimientos sobre la reproducción eran escasos, aunque sabía que el pene tenía que ser introducido por la vagina y que había que eyacular para que los espermatozoides que había visto en el microscopio que me regalo mi abuelo, viajaran al encuentro del ovulo y lo fecundaran. Pocas cosas sabía más. Asi que me compre en un quiosco, un par de revistas que se llamaban “Ser padres” y de ellas extraje una serie de conceptos y de consejos que me parecieron muy valiosos. Provisto de tan singular bibliografía y de mis tristes experiencias vividas, me dispuse a dar una charla coloquio sobre el tema, ante aquellas chicas trabajadoras de clase obrera.
Rápidamente me gane el apodo clandestino de “El guerrero del antifaz”, circularon entre nosotros unos pasquines hechos a mano, alusivos a tamañas proezas y divulgados por algun compañero cabron. Aquellas jóvenes eran mujeres de verdad, aunque tuviesen la misma edad que las que hasta entonces había conocido.

Si algo tuve claro al regresar a Alicante con mis padres, es que la vida me estaba esperando en Madrid y que por nada del mundo me pensaba perder esas vivencias. Fuesen al precio que fuesen. Mi sitio en aquel momento estaba en Madrid, tenía que volver para quedarme.
Les plantee a mis padres la cuestión y se opusieron. Mi decisión no era negociable. Me amenazaron con no ayudarme y me preguntaron de que pensaba vivir. Les conteste de lo que fuese, de albañil si era necesario. En aquel momento histórico en España era factible esa posibilidad. Pedí dinero prestado a mis amigos, pero se mostraron un tanto reacios a creerme, no porque mi decisión no fuera firme, sino porque les extrañaba que mis padres fueran capaces de abandonarme a mi suerte.
No obstante existía una posible solución. Acababan de abrir una convocatoria: "Concurso de guiones cinematográficos a nivel nacional, en cuyo tema se destacasen los valores de la juventud y de la infancia". ¿Y quién podría destacar mejor estos valores? ¿Quién estaba en lucha despiadada y constante contra sí mismo? ¡Pues yo!, ¡Paladín en esta lucha!.
Si obtenía el premio, podria empezar a vivir en Madrid. Asi que cargado con la máquina de escribir Olivetti de mi padre, me puse a escribir mi primer guion que por cierto me supuso un gran esfuerzo, sobretodo de disciplina. Había que presentar original y dos copias a máquina y a doble espacio. Y allí estaba yo, con varias hojas de calco recicladas, escribiendo sin descanso aquel guion, con mucha faltas de ortografía, ya que aunque no lo haya comentado antes, nunca me gusto leer.
Tenía que presentarlo dentro de fecha y recuerdo que los dos últimos días, me los pase enteros sin dormir para conseguirlo. Al final en un último y titánico esfuerzo lo presente el ultimo dia de plazo. Era mi mayor apuesta, de ella podría depender mi estancia en Madrid. La forma mas digna y mejor de ganarse la vida in extremis. Un aspirante a poeta y a escritor hecho realidad.

En aquel guion cinematográfico trataba de contar la historia de cuatro jóvenes adolescentes que se enamoraban por primera vez. Aunque en realidad lo que contaba con pelos y señales, eran los avatares, tan dulces como dolorosos de mi primer amor, Carmen, Alfredo, Marilin, Pepe, Pedro, Toñi, Mati, Conchi, Alicia, Sento… todos salían en esta historia sacada fidedignamente de mi más escrupulosa realidad.
El premio se lo dieron a un escritor por entonces famoso, se llamaba de apellido “Vigil” y la obra que le premiaron: “Primer amor, primer dolor”. Con el tiempo cayó en mis manos, me la facilito Gloria, ya os hablare de ella. Ni en sueños se podía comparar con la mía, aquella birria estaba llena de tópicos, sin ningún sentimiento autentico. Era propia de un autor como él ¿Qué podría contar un excura jesuita, a cerca del amor apasionante de dos jóvenes heterosexuales? ¡Absolutamente nada!. Otro lobo más con piel de cordero. Su novela carecía de corazón y de verdad, no tenia magia y solo podía gustarle a aquellos que no estaban comprometidos con la vida. Eso pensaba yo y lo tenía muy claro: aquel premio estaba amañado.

Un buen día mis padres decidieron hablar conmigo. Después de meditarlo habían llegado a la conclusión de que por ellos no seria. Me ofrecían la posibilidad de ayudarme economicamente, si a la vez estudiaba algo. Yo acepte por supuesto. Estudiaría “Arte dramático” y a la vez Psicología. Las dos cosas me vendrían muy bien para ser escritor, poeta y actor...

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